Por Richard Adnisel.

El 4 de marzo el gobierno de Donald Trump deberá decidir si repone en su embajada de La Habana al personal que retiró el pasado año por los presuntos incidentes sónicos contra algunos de sus diplomáticos. La información, recogida por las agencias de prensa, no adelantan cuál podría ser el camino que tomará la muy veleidosa administración estadounidense.

Sin embargo, las expresiones en favor de un nuevo acercamiento entre los dos países son cada vez más numerosos. Incluyen a amplios sectores sociales de la población civil hasta delegaciones de carácter político, como la que recientemente concluyó el senador por Vermont Patrick Leahy al frente de una delegación bicameral de congresistas demócratas.

No hay tal ataque sónico, no hay peligro en visitar Cuba, aseguró Leahy. En igual sentido se pronunciaron otros miembros de la comitiva.

Un detalle importante para seguir la madeja de este diferendo es el encuentro que tuvo lugar esta semana en el Palacio de la Revolución de La Habana entre el presidente Raúl Castro y Leahy y otros integrantes de la delegación norteamericana.

Cuba no ha dejado de señalar que los supuestas acciones sonoras contra diplomáticos de Estados Unidos en Cuba no tienen sustento alguno, prueban que las confirmen y mucho menos evidencias médicas que las avalen.

El coqueteo entre administración Trump y la derecha cubana de Miami, con el senador republicano de la Florida, Marco Rubio a la cabeza, pudiera explicar la contumaz posición de la Casa Blanca en relación con sus vecinos isleños al sur de ese estado.

Rubio ha hecho su carrera política expensas de un intenso cabildeo entre los grupos más reaccionarios de cubanos, que le ha dejado además una nada despreciable cuenta bancaria, cuyo dinero sale del propio gobierno estadounidense, destinado a lo que denomina “trabajo por la libertad y los derechos humanos” en Cuba.

Lo cierto es que el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos podría desmontar el tinglado anticubano del que viven muchos en ambos lados de la orilla. La visita a la isla de cada vez más estadounidense, estimado en 2017 en casi medio millón, daría un mentís rotundo a las campañas que elaboran esos grupos de oportunistas y el dinero podría escasear. ¿A quien conviene eso? Sobran las palabras. Cómo se ha dicho muchas veces, siga el lector la ruta del dinero.

De modo que pese a las manifestaciones en favor de un nuevo acercamiento bilateral, podría ocurrir que el 4 de marzo sigan cerradas las puertas de la embajada norteamericana en la soleada Habana. Los displomáticos retirados en septiembre del pasado año seguirían esperando otro momento para incorporarse a sus gestiones en la capital cubana. Un cierre que causa significativas molestias a los cubanos de los dos lados que intenten visitarse.

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