Por Richard Adnisel.
En apenas 48 horas de visita a Cuba, Barack Obama esparció entre los cubanos el indudable carisma que lo acompaña, y la imagen de un presidente con autoridad y simpatía.
Nadie en Cuba se mantuvo al margen de este acontecimiento, calificado de histórico por tirios y troyanos.
El mulato de padre keniano demostró talento para hablar ante sus anfitriones sin herir, aún en temas difíciles y complejos como los de derechos humanos y democracia. Igual elocuencia empleó al referirse a las medianas y pequeñas empresas privadas, que hoy se multiplican en la isla, al amparo de las nuevas legislaciones del gobierno.
En su apurada agenda en La Habana, Obama conoció del trabajo de lo que en un lenguaje algo anfibológico se denomina emprendedores . En este contexto, el término hace referencia al pequeño pero pujante sector privado que trata de abrirse camino a fuerza de talento y habilidades, en particular en el sector de la gastronomía y los servicios.
A pesar de insistir en que la hostilidad en las relaciones cubano–estadounidenses del pasado quedaron superadas, falta por comprobar cuánto de verdad hay en esa afirmación. Pero no por desconfianza a Obama, sino porque el entramado de la política norteamericana es tan veleidoso que un giro de tuerca podría cambiar lo adelantado hasta ahora.
En noviembre habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos, y Obama deberá entregar la Casa Blanca a su sustituto el 20 de enero del 2017.
Hoy los precandidatos demócrata Hillary Clinton y republicano Donald Trump lideran la preferencia de los electores en sus respectivos partidos políticos. Ambos han dicho que de ganar la presidencia, no variarán los términos de la política implementada por Obama en relación con Cuba. Habría que esperar para ver.
De cualquier manera, con su visita el presidente Obama quiso atornillar el paquete de medidas que ha dispuesto en los últimos tiempos para aliviar el bloqueo y dar un espaldarazo a su anunciada política de amistad con el poderoso bloque de países de América Latina y el Caribe.
Quizás quienes lamenten el éxito de Obama durante su visita a Cuba sean precisamente los grupos que desde Miami han medrado durante años con el negocio de las acciones anticubanas, un negocio nada ennoblecedor, pero sí muy bien remunerado. El fin de la hostilidad entre los dos países es también el fin de esos grupos.
En su visita a Cuba Obama no podrá decir como César: Vini, Vi, Vinci (vine, ví y vencí), porque se trata de una isla que ha demostrado con su historia ser inconquistable, Pero al menos vino y vio. Eso es suficiente para que atempere sus viejos puntos de vista acerca de la realidad de su cercano y orgulloso vecino.
buen comentario